
Nunca te dije que me aferraba a la amistad porque no te quería perder por nada del mundo. Nunca pronuncié un te quiero falso en silencio o en voz alta, núnca, núnca sabías lo doloroso que resultaba que me hablaras de ella. Núnca vas a poder entender que llegó un momento en el cual aprendí a quererte como vos querías sin posesión y sin esperar nada, sin esperar un te quiero, sin esperar nada de vos. Núnca te dije que las lágrimas que derramé por vos me costaron aprender que la voluntad se quiebra, que el tiempo camina más despacio, que tus palabras se convertían a veces en juegos, y se me escapaban de la realidad. Núnca te dije que, en nuestro último encuentro, me dolió que no me aceptaras como mujer, no te dije que sabía que me ibas a perder. Núnca te dije lo doloroso que fue después de entregarte mis miedos, mi mundo, mi piel y mi ternura, empezar a ver tu alejamiento. Núnca te dije lo que duele después de eso, comprobar que no hacías nada por verme de nuevo. No te dije que no me duele recordarte, sólo duele que no hayas sabido retenerme. No te dije lo que dolía lo que no decías. No
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